martes, 24 de julio de 2012

Llevando la paz de Cristo a la Nueva Jerusalén

Párroco, Misioneros y coordinadoras
Escribo ahorita desde la Comunidad redentorista de San Pedro Sula, descansando de las etapas de misión, disfrutando de la fraternidad y aprendiendo de su forma de trabajar. Atrás ha quedado esta última etapa de Misión en la Parroquia de San Pedro y San Pablo de la Lima.

Comenzamos la Misión en esa parroquia el día 8 de julio por la tarde y ha durado hasta el pasado domingo, 22 de julio, con una marcha y una eucaristía de clausura. La parroquia estaba dividida en 2 sectores; uno primero en torno a la colonia de la Planeta, donde estaban como misioneros los PP. Salvador León, claretiano, y Manuel Cabello, redentorista; el segundo sector en torno a la Colonia Nueva Jerusalén, se nos encomendó al P. Juan Lozano, claretiano y a un servidor. Aunque se trataba de dos sectores, con características peculiares cada uno, creo responder a la realidad si digo que ambos tenían unas heridas sangrantes: la creciente presencia de cristianos evangélicos y sobre todo la violencia.
Animadores, dueños de casas y niños
Centrándome en el sector donde me hallaba, conformado por 7 colonias (la Nueva Jerusalén, San Cristobal, Santa Isabel, Guaimura, 22 de mayo, San Francisco y Gracias a Dios. Tomando el nombre del sector, y jugando con él, la Nueva Jerusalén tiene mucho de Gran Babilonia. Lo primero que llama la atención cuando entra uno por las calles es el ambiente de pobreza de esas colonias en el que viven la mayoría de las personas; a esto se unen la gran cantidad de presencia de evangélicos que viven su religiosidad de forma puramente emotiva y alienante: nada más que en la colonia de la Jerusalén eran unas 15 iglesias evangélicas, que predican la prosperidad económica de sus fieles a base de dar a los pastores el diezmo; por último hay que destacar la presencia de muchachos que viven en pandillas llamadas maras y que viven todo el día expuestos a la herida sangrante de la violencia, bien porque la ejercen bien porque la padecen en sus carnes. No ha sido raro durante estos días de misión la presencia de muertes violentas en alguna de las colonias del sector.
Marcha de clausura
Pero al igual que en la Nueva Jerusalén del Apocalipsis, junto a la Babilonia esclava del pecado y del mal, coexiste el resto de los fieles al Señor. Y allí he encontrado a unas mujeres fuertes que ejercen su maternidad siendo un hombro que sostiene, alienta, es paño de lágrimas, para el dolor ajeno. He encontrado a hombres fieles que luchan cada día por hacer crecer el Reino de Dios en medio de tanto desierto. He conocido a jóvenes que sienten el dolor de sus amigos jóvenes que se pierden; jóvenes que apoyados en la fe, sueñan en un futuro, se empeñan en construir la iglesia como comunidad de hermanos y misionan y acogen a otros jóvenes para que sigan a Cristo. Unos niños que son todo corazón y que han querido ser ángeles de los misioneros acompañándolos para que no les pase nada en sus andanzas visitando hogares o yendo de un sitio a otro.
He descubierto a personas que les duele y sufren con Cristo viendo las situaciones de injusticia que genera pobreza, viendo a jóvenes en las esquinas, corriendo o golpeados por otros, o viendo las heridas y la violencia. He visto a comunidades cristianas que quieren ser acogedoras y medicinales para esos jóvenes; comunidades que no quieren contemplar pasivas como muchos hermanos se les van hacia las promesas de los pastores protestantes,; comunidades que se implican anunciando el Evangelio de Cristo. En definitiva unas comunidades pequeñas pero que se empeñan en ser significativas en medio de la situación en la que viven.

Por todo ello doy gracias a Dios, porque en medio de pobreza, violencia, muerte, he podido dejarme contagiar de una fe que es fuerza, amor, esperanza, consuelo y fortaleza. Gracias a todos por vuestra ayuda.

miércoles, 11 de julio de 2012

Clausuramos la Misión en La Lima y ecos de Nuevo San Juan

El pasado domingo, día 8 de julio clausurábamos las tres etapas de misión en la Parroquia de la Guadalupe de La Lima. Una celebración festiva  presidida por el Obispo de San Pedro Sula, D. Ángel Garachana. Además de las manifestaciones exultantes de fe propias de esta iglesia Hondureña, cuyas celebraciones están llenas de color, palmas, cantos e incluso danzas. La presencia del Sr. Obispo y de los católicos venidos de todos los lugares de la parroquia (incluidos los campos) le dio una perspectiva eclesial.

A esto se unió el reencuentro con caras conocidas de otras etapas de misión, saludos calurosos y muestras de cariño de aquellos con quienes hemos compartido la fe y la misión. Para que la celebración fuese redonda, la presencia del P. Pedro López trajo a la celebración los saludos de los hermanos redentoristas de España y el recuerdo de otras etapas de misión, por el hueco dejado en los corazones de los limeños por misioneros que vinieron a compartir la fe en anteriores campañas evangelizadoras; en ese momento Pedro quien aunó el cariño que queda en el recuerdo a todos esos misioneros. Tanto cariño deja el corazón repleto de emotividad.
Misioneras de Nuevo San Juan con Carlos Galán
Pero no puedo dejar de largo las dos semanas vividas en Nuevo San Juan. Además de algunas experiencias que quedan como anécdota, el corazón de los campeños, austero, acogedor y sencillo, no deja indiferente a quienes los hemos conocido. Nos han abierto el corazón y los recuerdos emocionados de aquellos misioneros que desde el 1991 vivieron con ellos en los campos; en cada casa se guardaban con mimo y cariño fotos con ellos que les mantiene su presencia a través del paso de los años.

Jóvenes de San Juan con Damián, la H. Fátima y un servidor
Dar las gracias al P. Salvador y a los PP. Damián montes y Carlos Galán por la experiencia de Comunidad apostólica vivida. Desde aquí no puedo dejar de recordar a quien me acogió como a un miembro más de la familia, como fueron D. Saúl Tobar, Dª Zaida y su familia. La gratitud a mi estación de la 1ª etapa, en casa de Dª Sara, con su hogar siempre abierto a los misioneros. Recordar también a aquellos jóvenes y niños que me sirvieron de guías para llevarme a diversos lugares o atravesar alguna zona con dificultad, Antony, Aznar, Zaid, Santiago,...; recordar a los jóvenes y niños, los que más ruido hacían en la marcha del domingo hacia el Guadalupano, porque en su sencillez cautivaron mi cariño; nunca olvidaré lo de “padre, al suelo….”. Recordar a los Delegados de la Palabra que durante años han anunciado el Evangelio y han sido presencia de Iglesia Católica; recordar las figuras de los animadores y dueños de hogar con su tarea callada para ser presencia de la Iglesia Católica en medio de una colonia joven y sin constituir. No podemos olvidar a las Hermanas Misioneras del Sagrado corazón de Jesús y de María por su acogida y ayuda fraterna y sus palabras y detalles maternales; que Dios las bendiga.
Jóvenes de nuevo San Juan armando relajo en la marcha
Ahorita estoy en otra colonia llamada Nueva Jerusalén; es bastante distinta a las que hasta el momento he conocido. De momento estamos iniciando aquí la misión. Estoy tranquilo y contento. La acogida ha sido muy buena. Ya iré contando.