De regreso de Honduras, he disfrutado de unos días de descanso con la familia en la tierra que me vio nacer y otro tiempo en la Comunidad Redentorista de Sevilla, a la que pertenezco. Situado ya en tierras y realidades españolas, quiero comenzar mis entradas en el blog con la experiencia vivida en el Monasterio de las Escalonias en Córdoba, donde he estado 5 días de retiro llenando las pilas mediante la fortaleza y entusiasmo de la oración.
En pleno corazón de Andalucía, se
enclava el monasterio del Cister medio de un campo de naranjos. Entre la
inmensidad del horizonte, desde la ventana de mi habitación en la hospedería
monástica, mis ojos no han dejado de mirar la belleza de un máquina antigua:
una noria…. ¡sí, una vieja noria! Aunque oxidada y rotas las cubetas, por el
desuso y el paso del tiempo, estaba dotada de todos los engranajes, cubos y
cadenas para extraer el agua de las profundidades de la tierra. Asomándose al
borde de la apertura, en el interior se podía uno ver reflejado en el agua de
su fondo. Alrededor, una superficie empedrada donde el animal daría vueltas,
haciendo mover los engranajes de la noria con el repetido movimiento en torno
al eje.
Atraído por la belleza de la vieja noria, me serviré de ella para expresar lo vivido allí. Lo importante está en el fondo, donde se encuentra el preciado líquido que genera la vida; y para extraerlo la noria nos ayuda a convertir el cansino movimiento giratorio en torno a su eje en fuerza y movimiento que extrae desde las profundidades el agua; agua que riega los secos campos de la Andalucía quemada por el sol veraniego. Los días allí sido un dejarse llevar por el paso del reloj; un paso del reloj monótono, salpicado por el toque de la campana que invitaba a la oración litúrgica de los monjes o a la invitación de silencio.
Entre estas invitaciones de la campana, se iban jalonando los momentos de la comida, entretenida mediante el compartir con el resto de huéspedes, los momentos de colaboración en el trabajo de los monjes, que nos servía de recreación. Estos eran los eslabones de la cadena. Y como no, los momentos de silencio, reflexión y meditación personal sobre mí, los meses pasados y el futuro que se abre. Esta cadena establecida con el paso de las horas, poca novedad ha ido ofreciendo; pero ese trascurrir monótono me ha permitido ir adentrándome en la profundidad de mi, encontrándome con la fresca agua que brota en lo hondo de mi corazón; agua que es regalo del Padre Dios por Medio de su Espíritu, y que ha ido regando la tierra requemada por el peso del sol de la vida, los ajetreos y las prisas de la vida misionera.
Verdaderamente poco hay que contar
de estos días, pues poca novedad y pocas historietas genera la vida, si no es
el horario, la liturgia y la vida de los monjes. Pero el discurrir monótono del
horario en torno a Cristo, eje de la vida monástica, genera un milagro: va
centrando a la atención persona en uno mismo para encontrarse con lo que uno es
y lo que le hace vivir. ¡Bendita noria de la vida monástica! Quisiera hacer referencia al eco
especial que estos días ha tenido en una
visita que a finales de agosto hice con Kiko, un amigo sacerdote de Valencia, a
Montilla, al Santuario y Casa de San Juan de Ávila. Su vida de sacerdote
misionero apasionado por Cristo ha sido durante estos días un referente para mi
vida apostólica. Y no podía olvidar los ecos que quedan en mi corazón de las
comunidades y creyentes de Honduras, que han dejado muescas en mi corazón.
Casa de Juan de Avila -patio |
Con todo ello he ido cargando
pilas para iniciar mis andanzas misioneras por estas tierras Españolas, que
esperan en este tiempo de sequía a todos los niveles ser regadas por el Agua
Viva. Desde esta plataforma quisiera agradecer a la Comunidad de Monjes de las
Escalonias de Hornachuelos (Córdoba), desde el Superior al Hospedero, pasando por todos los hermanos y por los colaboradores de la hospedería, su acogida, ayuda y testimonio de vida centrada
en Cristo que me han ofrecido estos días. Que el Padre les siga fortaleciendo
en su vocación. Les llevaré conmigo por mis caminos de mmisión.
Gracias querido hermano en Cristo por este bello y sencillo relato.
ResponderEliminarSiempre en comunión de oraciones.
Hno Abdón
Monje de la comunidad cisterciense de Sta María de Las Escalonias