Exmo. Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal;
Queridos paisanos de Pedro Martínez,
y todos aquellos que os habéis desplazado
para
celebrar las fiestas de la Santa Cruz.
¡Buenas tardes a todos!
Con agradecimiento por esta invitación,
me llena de satisfacción ser este año
el pregonero de las fiestas de nuestra patrona la Santa Cruz.
venían a mi memoria recuerdos en blanco y negro;
recuerdos inmóviles y aislados, como fotografías antiguas,
de mitad de los años setenta,
cuando aún era un niño timorato, hijo de
emigrantes en Alemania,
que crecía, como otros muchos, al calor de mi abuela.
Son imágenes de aquellas fiestas en la plaza vieja,
a
finales del mes de agosto,
en torno a aquella iglesia oscura en la que recibimos
el bautismo.
Con la churrería de Juan y Elena al final de los
Callejoncillos;
con la noria en la puerta del Casino,
con las voladeras en la puerta del Mely y de Manolico
Claudio,
los caballitos en la plaza frente a la Gumy,
y frente a la iglesia el tenderete de Manuel Formales
y su esposa Dolores
vendiendo trocitos de turrón.
También vinieron a mi recuerdo, ya con imágenes a
color y en movimiento,
las fiestas de mi adolescencia y juventud, en los años
ochenta;
trasladadas a la plaza nueva y celebradas a comienzos
de agosto;
teniendo como escenario el nuevo templo.
Recuerdo cómo el pueblo se llenaba de una multitud de
pedromartineros
venidos de todos los rincones de España
para encontrarse con sus familiares y amigos
y venerar a nuestra querida patrona, la Santa Cruz.
Eran días esperados con nerviosismo por todos los
adolescentes,
para romper nuestra monotonía estival
y saludar a aquellos primos y amigos de las fiestas
anteriores;
como no disponíamos de whatsapp,
no habíamos mantenido comunicación
desde que marcharon
el anterior verano.
Todos esos recuerdos, sean a color o en blanco y negro,
en la plaza vieja o en la
nueva;
a finales o primeros de agosto;
todos tienen en común
la centralidad de la Santa Cruz.
Una Santa Cruz en sus andas llevadas con veneración,
fe y cariño;
rodeada de mujeres descalzas, entre ellas mi abuela y
mi madre,
que agradecían a nuestra patrona los beneficios recibidos
y cumpliendo las promesas.
Y me pregunto, ¿Qué tiene de especial este rinconcito
de Granada,
para que lo añoremos tanto allí donde estemos?
¿para que volvamos cada fiesta
y llevemos a nuestra
patrona allí donde vivimos?
Permítanme que en este pregón traiga unas palabras de
María Pretel.
Se trata de una escritura del año de 1559
que dicha señora hizo ante el escribano de Guadix Eugenio de Santa Cruz,
en la que dice:
“Sepan cuantos
esta carta de donación vieren como yo, María Pretel, viuda mujer que fui de
Pedro Martínez, vecino que fue de esta ciudad de Guadix, digo que por cuanto el
muy ilustre y reverendo señor don Martín de Ayala, obispo de esta dicha ciudad,
del consejo de Su Majestad, ha tratado de me hacer merced de dar licencia para
que en mi cortijo que tengo en Monte Armin, término de esta dicha ciudad, pueda
hacer una ermita [ … ] otorgo e conozco
que doto e mando e hago donación buena, pura, perfecta, acabada, que es echa
entre vivos, irrevocable para la dicha ermita e para la fábrica de ella un
pedazo de tierra monte e raso en el dicho mi cortijo que será de veinte e cinco
fanegas, poco más o menos”
Y en ese pequeño templo construido por María Pretel fue
clavada la Cruz
para que, bajo su amparo y bendición, naciese un nuevo
pueblo,
al que el azar y el tiempo designarán
con el nombre de su esposo, ya difunto: Pedro
Martínez.
Y desde ese momento, a la sombra del Mencal,
al norte
de la ciudad de Guadix,
aglutinados por la Cruz Santa y bendecidos por ella,
fue surgiendo un espacio de tierra de paso,
donde unos fueron llegando en busca de un futuro
prometedor,
y de donde otros han ido partiendo en busca de ver
cumplidos sus sueños.
A esa tierra llegaron Pedro Martínez y María Pretel
junto a su familia,
procedentes de Huelma y aquí establecieron su hogar.
Por el contrario, y casi a la par, salieron los
Mensafíes,
familia morisca que vivía a la sombra del Mencal,
que fueron forzosamente desplazados
para instalarse en el arrabal de San Miguel de Guadix.
Y con el paso del tiempo a esta tierra fueron llegando
labradores para poner en producción esta estepa:
Martínez, del Valle, Delgado, Rodríguez, Suarez, Molina,
que fueron estableciéndose en los distintos cortijos.
Por la contra, de la sombra del Mencal partió el sacerdote
y futuro historiador Pedro Suárez Cazalilla,
que terminaría sus días como canónigo de la catedral primada
de Toledo.
Pasaron los años, y llegaron Quesadas para cultivar la
tierra,
Líndez para pastorear, Cazorlas y Fernández para
construir,
Vílchez para ayuda de la administración, Céspedes para
hospedar;
juntos a otros Alfaros, Sánchez, Vacas, Montoros o Navarros,
Pérez, García, Cortés, Heredias…,
que vinieron al reclamo del trabajo que se ofrecía en
esta tierra.
Todos ellos fueron dejando,
como los distintos arroyos que desembocan en el río,
sus dotes, sabiduría y aquellos valores
con los que fueron enriqueciendo este altiplano donde nos
encontramos.
Y en medio de tanta gente diferente, venidas de
lugares tan diversos
la Santa Cruz se alzó sobre el Mencal,
como eje
integrador de tanta diversidad,
como eje de una piña que la mantiene unida.
La Santa Cruz fue para todos,
una invitación a dar lo
mejor que llevaban,
aún a pesar del sacrificio que ello conllevaba.
Reproduciendo cada uno el ejemplo de Jesucristo, el
crucificado,
que gratuita y generosamente se entregó
para
agraciarnos con su felicidad.
Y la Santa Cruz pasó de Cristo
a ser la cruz de cada
uno de los que aquí llegaron,
para que, desde la sencillez y la humildad, y poco a
poco,
se fuera creando este pueblo.
Un pueblo donde todos tuvieran cabida
y donde todos se
sintieran parte de él.
Un pueblo de oportunidades y de libertad.
Porque este pueblo,
no lo hicieron reyes ni
gobernadores, obispos y condes;
ni siquiera capitanes legendarios de ejércitos.
Este pueblo nació y creció de la generosidad, sacrificio
y entrega de nuestros mayores;
de todos los que llegaron desde donde fuera, se
afincaron,
e hicieron de esta tierra su hogar;
y no dudaron en tener como bandera la Cruz Santa,
y descubrir en ella el emblema
y la señera que los
integrarse al proyecto común.
También de estas tierras salieron otros
buscando
porvenir para sus familias,
que llevaron como bandera la Santa Cruz.
Y con ella llevaron aquellos tesoros que recibieron
bendecidos por la Cruz Santa a la sombra del Mencal:
no era capitales económicos, ni grandes posesiones;
sino otros tesoros que son la hermandad, la capacidad de sacrificio,
la generosidad, la caridad, la ayuda, la solidaridad y la fe;
y con ellas, como no, la añoranza de esta tierra llena
de contrastes
en la que dejaron la mitad de su corazón.
Llevaron lo mejor que recibieron de sus mayores a
otras tierras:
pueblos circundantes, Granada capital,
Cataluña,
Madrid, Balares, o los Pirineos;
Francia, Alemania, Suiza, Argentina o Brasil.
La Cruz es cruce;
es cruce de caminos donde se han encontrado personas;
pero también es cruce de tiempos.
En la cruz se une el pasado el presente y el futuro;
en la cruz queda unido el norte y el sur; el este y el
oeste.
El la Santa Cruz quedamos unidos
a los que nos
precedieron y a los más jóvenes.
En la Santa Cruz estamos unidos los que viven aquí,
pero también los que marcharon y sus descendientes.
El gran milagro de la Santa Cruz es integrar
y unir la
pluralidad y la diferencia.
Como ejemplo,
los que nacimos en el año 70 somos testigos de ese
milagro;
en el grupo de whatsapp que tenemos
se pueden montar discusiones fruto de nuestra
diversidad;
de vez en cuando alguno sale del grupo por algún
cabreo.
Después otro le convence de que vuelva.
La Santa Cruz hace que por encima de la diferencia y
de la diversidad
esté el reconocimiento del compañero,
nuestra amistad de años y el cariño que nos tenemos.
¿No creéis que es un verdadero milagro?
Por eso,
al inicio de nuestras fiestas no solo recordamos
nuestros padres y abuelos;
aquellos que nos han dejado.
Sino que queremos hoy tener presentes a todos los
pedromartineros
extendidos por toda la tierra;
a todos los pedromartineros
o hijos y nietos de pedromartineros que viven cerca o
lejos.
Todos están atados de forma misteriosa a la Santa Cruz.
Cada trocito de nácar que adorna nuestra patrona
es el recuerdo de una persona que en ella ha dejado su
esperanza y corazón.
Y todos, de una manera u otra, estamos de fiestas.
Antes de terminar, me gustaría tener presentes a dos
pedromartineros;
por la ley de la paridad, un hombre y una mujer.
Uno ya murió y la otra aún vive.
En esta tarde quisiera recordar a José del Valle,
Eulogio,
el primer alcalde de la Constitución del 78,
que nos
dejó el pasado septiembre.
Fue elegido por unanimidad
de toda la corporación
municipal del momento;
estuvo 6 años en el servicio al pueblo;
entre sus haberes como alcalde, tiene entre otros,
el haber dotado de agua corriente nuestro pueblo.
Él ya participa plenamente en el misterio de la Cruz.
Con él quisiera recordar también a un grupo de mujeres,
que desde el anonimato y la sencillez,
han llevado la Santa Cruz a lugares muy diversos,
haciendo de sus vidas un el servicio desinteresado a
los demás.
Quiero traer a nuestro recuerdo a las religiosas,
hijas de Pedro Martínez,
que se consagraron ayudando a los más desfavorecidos.
Es un número significativo, me salen 15 mujeres;
unas ya murieron; otras, aunque mayores, aún viven.
Un reconocimiento por llevar la Santa Cruz por donde
han pasado.
Entre ellas, esta tarde quiero recordar a la más mayor:
María Titos Martínez, (Madre Auxilio en religión)
y en el pueblo la Mariquita del Tartaja.
A sus 95 años sigue en Nador enseñando
y promocionando
a las mujeres de allí.
Ante tanta discusión con la inmigración
ella nos da ejemplo de pasar de las palabras a la ayuda
y a la aceptación del otro;
en su trabajo prolonga allí nuestra Santa Cruz.
Termino, con la invitación de sentiros todos
agraciados y agradecidos
por los tesoros recibidos a través de la Santa Cruz.
Y una invitación de cuidar este legado
para que las siguientes generaciones lo reciban
sintiéndose también agraciadas y
agradecidas.
Con estas palabras salidas del corazón, quiero desearos
a todos,
los presentes y ausentes, Los niños, adultos y
mayores;
los nacidos aquí, los venidos y a todos, unas Felices
fiestas 2025.
¡Viva la Santa Cruz! ¡Viva Pedro Martínez!
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