domingo, 12 de febrero de 2012

Olivares, la villa acogedora

Desde ayer tarde, la maleta de este trotamundos se encuentra en esta Villa ducal de Olivares. El corazón del pueblo es una preciosa plaza rectangular, “casi patio de armas”, a la que se accede por arcos de entrada. Flanquean la plaza la Gran Colegiata barroca, unida por un arco a las casas de los antiguos canónigos; en frente lo que fue el Palacio del Conde –Duque, y a ambos lados 2 majestuosos edificios seculares.  Hace año y medio llegaron aquí varios misioneros tocando a las puertas y pidiendo que acogieran el Evangelio; por los rescoldos que quedan y por lo que cuentan los compañeros misioneros, fue una experiencia muy gratificante viendo como el corazón de este pueblo abría de par en par sus puertas al Evangelio.
Después de un tiempo el P. Arsenio y un servidor nos hemos trasladado hasta el corazón del pueblo para Celebrar la Renovación de aquella Misión de junio de 2010. Quedan aún rescoldos y recuerdos de otra predicada por el P. Grescenciano López Sáez a comienzos de los años 60, de la cual quedó “el simpecado del Perpetuo Socorro” un azulejo y una calle dedicadas a la Virgen del Perpetuo Socorro y el centro parroquial,  cuya capilla está dedicada también al Perpetuo Socorro.
Como actividades de la renovación vinimos el pasado viernes el P. Laureano y yo para tener una reunión con los niños del Junior, adolescentes de Confirmación y los jóvenes. Esta mañana, domingo, hemos presidido y predicado en las Eucaristías.
La impresión primera de este bonito pueblo sevillano asentado  en el corazón del Aljarafe es la de una gente muy sana y sociable que tienen un corazón muy grande para la acogida, abiertos a cuantos se acerquen a ellos y  al Señor. 

La Iglesia, una bonita colegiata barroca, tiene la capilla del Santísimo en una de las laterales. Todo el mundo al entrar en la iglesia va en dirección al sagrario para saludar “al Jefe” y después se dirigen a la sacristía o a los bancos.

Pidamos todos para que esta sana gente de Olivares se comprometa más con el Señor, al que han abierto sus corazones. Jesús es el mejor de los décimos de lotería, pues siempre toca y nos llena el corazón de amor que tiende a comprometernos con él.

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