Después de 17 días como misioneros hemos dejado Segovia; en nuestra retina queda aún la silueta de la ciudad del acueducto; asentada sobre una roca en la que el alcázar se levanta inexpugnable. Y es en ese contexto donde hemos sido enviados para crear lazos y elevar puentes que llevan a Jesús, a su iglesia y a tejer fraternidad. Hemos vivido un regalo de 17 días contruyendo la iglesia de Cristo en la ciudad del alcázar. Una iglesia que pretende romper los muros, derribar defensas y elevar acueductos y puentes.
Es el contraste de la misma Segovia, que alzada sobre la roca y abrazada por la muralla de defensa, necesita de puentes para relacionarse con el resto y de acueductos que la nutran del agua. Puentes de fraternidad y solidaridad; acueductos para enriquecerse de Espíritu. Y ¿por qué no? restaurar los puentes caídos; aquellos que con el paso de los años, por el cansancio, por el miedo al ataque ... han permanecido derribados.
En esta ciudad de contrastes, en la que creimos encontrar murallas en las personas, defensas y puentes caidos .... hemos visto cómo el Jesús ha echado lazos a niños, adultos, jóvenes, adolescentes .... y ha ido restaurando y construyendo puentes de Reino...
Quieren ser estas letras un agradecimiento a cuantos han cogido el lazo del Señor y se han convertido en puentes de comunicación y acueducto de su Espíritu. Gracias hermanos segovianos, Raul, Antonio, Domi, Juan Pedro; laicos jóvenes y adultos .... por crear familia de Jesús y comprometerse con su Iglesia.