El pasado jueves, día 25 de octubre nuestro coche nos llevó al P. Juan Bautista y a este trotamundos a los pies de la gran imagen de piedra del Corazón de Jesús que vela y protege la ciudad de Murcia. Un nucleo de población central, que se estiende y ramiifica a lo largo de caminos y carriles por entre la huerta murciana, llamado Zarandona, donde vive su fe una viva y joven comunidad cristiana que se ha estado preparando para la Misión en estas últimas semanas. No era la primera vez que un servidor esta entre ellos, pues hace unas tres semanas compartí 6 días preparando e iniciando las visitas a los hogares anunciando la Santa Misión.
Aún quedan vestigios antiguos entre las huertas atrapadas por el crecimiento de la ciudad, entre estos vestigios, un antiguo pozo anegado, que según la memoria oral de los vecinos fue abierto por los árabes. Y en el corazón de este pueblo se alza magestuosa su iglesia llena de luz y color, recientemente restaurada, dedicada a la Inmaculada y a San Félix de Cantalicio.
Y durante estos casi 4 días el P. Juan Bautista y este que escribe hemos estado animando a la gente de la parroquia a abrir sus corazones a Jesús y sus casas a la Misión. Complicada tarea esta de abrir la intimidad de la familia para acoger a vecinos y a la Palabra de Dios durante 5 días; poco a poco se han ido abbriendo hogares para celebrar las asambleas familiares cristianas, y han salido animadores que se presten para animar las asambleas.
En la mañana del domingo comienza la incertidumbre de cada misión ante la respuesta a la invitación de acudir a la invitación de los misioneros y vecinos para compartir durante una hora la reflexión en torno a la Palabra de Dios. Confiamos que el Señor ponga su gracia donde los misioneros y agentes de la misión no hemos sabido o nos hemos quedado cortos. Pero con el esfuerzo de todos intentaremos abrir caminos que lleven a Jesús y restaurar los pozos de la gracia divina que fecunde la vida de las personas.