domingo, 28 de octubre de 2012

De Misión en Zarandona en Murcia

El pasado jueves, día 25 de octubre nuestro coche nos llevó al P. Juan Bautista y a este trotamundos a los pies de la gran imagen de piedra del Corazón de Jesús que vela y protege la ciudad de Murcia. Un nucleo de población central, que se estiende y ramiifica a lo largo de caminos y carriles por entre la huerta murciana, llamado Zarandona, donde vive su fe una viva y joven comunidad cristiana que se ha estado preparando  para la Misión en estas últimas semanas. No era la primera vez que un servidor esta entre ellos, pues hace unas tres semanas compartí 6 días preparando e iniciando las visitas a los hogares anunciando la Santa Misión.
 
Aún quedan vestigios antiguos entre las huertas atrapadas por el crecimiento de la ciudad, entre estos vestigios, un antiguo pozo anegado, que según la memoria oral de los vecinos fue abierto por los árabes. Y en el corazón de este pueblo se alza magestuosa su iglesia llena de luz y color, recientemente restaurada, dedicada a la Inmaculada y a San Félix de Cantalicio.
 
Y  durante estos casi 4 días el P. Juan Bautista y este que escribe hemos estado animando a la gente de la parroquia a abrir sus corazones a Jesús y sus casas a la Misión. Complicada tarea esta de abrir la intimidad de la familia para acoger a vecinos y a la Palabra de Dios durante 5 días; poco a poco se han ido abbriendo hogares para celebrar las asambleas familiares cristianas, y han salido animadores que se presten para animar las asambleas.
 
En la mañana del domingo comienza la incertidumbre de cada misión ante la respuesta a la invitación de acudir a la invitación de los misioneros y vecinos para compartir durante una hora la reflexión en torno a la Palabra de Dios. Confiamos que el Señor ponga su gracia donde los misioneros y agentes de la misión no hemos sabido o nos hemos quedado cortos. Pero con el esfuerzo de todos intentaremos abrir caminos que lleven a Jesús y restaurar los pozos de la gracia divina que fecunde la vida de las personas.

martes, 23 de octubre de 2012

Desde Sepulveda, la que está bien cimentada


Ayer a medio día llegaba a Sepúlveda (Segovia) donde estuve el año pasado con el P. Juanjo de Misión. La Razón de esta presencia es animar el comienzo del curso pastoral para que las asambleas surgidas de la misión se pongan de nuevo en marcha. Siempre tiene su encanto volver a encontrarse con caras y corazones conocidos. Pero además, siempre es bonito regresar a esta villa mediaval por su belleza otoñal.

El desnivel de la villa se ofrece como unos miradores que permiten ver el horizonte a través de calles, huevos y puertas de la muralla… En estos días cortos, en los que el sol ya no brilla con igual fuerza, se ve reflejado en los ocres y en los oros de las hojas de los álamos que se elevan en medio de las curvas trazadas por el río Duratón.

A pesar de las dificultades, ojala que la fuerza del Espíritu haga brillar también el Evangelio entre la belleza de Sepúlveda y sus gentes, para que este sea reflejo de la belleza eterna.

sábado, 20 de octubre de 2012

De nuevo ante el acueducto, pequeños surcos

Ayer por la tarde, el P. Arsenio y este trotamundos llegabamos a Segovia, a la Unidad Pastoral del Crsto del Mercado, santa teresa y Hontoria. De nuevo las caras, los nombres, los sentimientos venían a la memoria y al corazón. Han pasado 11 meses desde que terminamos la misión en esta parroquia evangelizada anteriormente por S. Vicente Ferrer y esta ciudad que custodia con sumo cariño los restos de S. Juan de la Cruz.
 
El día de hoy lo emplearemos en ir visitando las asambleas que han quedado de la Misión del pasado año y que han funcionado todo este curo pasado. Mañana celebraremos el gran día misionero, el Domund, invitando a estas comundades que viven su fe en este extremo de Segovia a ddar testimonio de su fe y vivir en continuo estado de Misión. Pero para eso todos necesitamos revitalizar nuestra fe.
 
Que estas comunidades, como el viejo acueducto, siga llevando el agua de la gracia, brotada del Evangelio, a todas las personas, especialmente a las más alejadas de la Iglesia. Seamos cada uno de nosotros como esos  surcos, que se viven simplemente como un servicio de canalizar el agua hasta la el arbol. Aunque sea humilde su apariencia y pequeña su función, comparado con la grandiosidad y monumentalidad del  acueducto, sin su servicio, el agua de la gracia nunca llegaría a su destino. a cada uno se nos pide este servicio humilde de llevar la fe, felicidad, de forma humilde y sencilla a aquellos que tenemos a nuestro alrededor.