En las estribaciones de la Sierra
de las Villas de Jaén y parte del Parque Natural de las Sierras de Cazorla,
Segura y Las Villas está enclavada la Villanueva del Arzobispo, un próspero
municipio olivarero con unos 8000 habitantes. Todo el pueblo se apiña como un
racimo, en torno a la iglesia parroquial, construida en lo que fue un castillo
árabe y dedicada a San Andrés.
El día que llegamos los
misioneros, pregunté si recordaban los braseros de carbonilla; y no solo se
acordaban, sino que en muchos de los hogares de la población seguían
calentándose con él. Después de la experiencia vivida en esta parroquia durante
17 días, puedo asegurar que no hay mejor analogía para hablar de esta misión
que la de “remover el brasero” para
avivar sus brasas ocultas entre la ceniza y que estas recuperen el poder calorífico,
a la vez que contagian a otros carbones apagados para que ardan y ofrezcan su
calor. Hemos compartido vida, trabajo e ilusiones misioneras los sacerdotes
redentoristas Manuel Cabello, Miguel Castro y Antonio Manuel Quesada y los
misioneros laicos Sara Abalo, una catequista de San Gerardo de Madrid y Diego
Castro y Rica Pérez, un matrimonio de Sevilla pertenecientes a la comunidad de
laicos redentoristas de esa ciudad; una buena comunidad misionera, que junto al
párroco, Bartolomé López, hemos ofrecido lo mejor que teníamos para anunciar y
acercar a los villanovenses a Cristo, e
intentar mover su corazón para que se sumen a la vida de la iglesia.
La Virgen de la Fuensanta,
patrona de las Villas, desde su Santuario, atendido por los Trinitarios, vela y cuida con sus ojos
misericordiosos que las brasas de Evangelio que caldean la fe del pueblo no se
extinguieran; será por eso por que se mantiene la fe, sobre todo a través de
las devociones populares y la vida de las cofradías. También el cuidado de los párrocos y el trabajo de las
Hijas de Cristo Rey, Hermanitas de los ancianos desamparados y del Colegio jesuítico de la Sagrada Familia y la oración
callada de las Dominicas han contribuido a que las brasas de la fe sigan vivas.
Y no podemos olvidar el trabajo de los cohermanos redentoristas que en 1944,
desde Granada, misionaron esta parroquia y dejaron huellas tan profundas que
aún quedaba el recuerdo, fotografías, anécdotas, estampas y la presencia
inestimable del Perpetuo Socorro de la Virgen en un altar lateral de la
iglesia, flanqueada por las imágenes de San Alfonso y San Gerardo. Y cerca del
icono la gran cruz de misión que ha ido recogiendo las distintas misiones,
redentoristas y jesuíticas que han anunciado la salvación en la Villa.
La misión ha sido como un viento
fresco que ha volado las cenizas que ocultaban esas brasas de fe y que las han
avivado para que la fe caldee y entusiasme sus corazones. Y usando la analogía
de otro misionero, cuando la fe calienta, el Espíritu es como el aceite, que
crece y lo impregna todo. Algo así ha ido aconteciendo en esta misión.
Para que el viento llegase a todos
los rincones funcionaron durante la primera semana de misión casi 60 asambleas,
en las que participaron unas 800 personas, de todas las edades. Si en otros
lugares la semana de asambleas tiene subidas y bajadas, esta ocasión supuso un
incremento constante que fue abriendo todos los corazones a Cristo; incluso se
produjo algún milagro consistente en la reconciliación de enemigos de más de 20
años, al ser invitada una persona a la asamblea celebrada en la casa de la
persona con la que estaba enemistada. Tuvo la eclosión final en la Eucaristía
del sábado, donde la gran iglesia se quedó pequeña para acoger a todos. Se
hablaba entre los corrillos del segundo milagro de la misión, que no era otro
que el de la iglesia abarrotada, cosa que no pasaba ni en los oficios de Semana
Santa, sino solo acontece de vez en cuando en los entierros de personas muy
destacadas del pueblo.
Otra bocanada de aire durante las
dos semanas han sido las Eucaristías misioneras celebradas en doble horario; a
las 8,30 en el Monasterio de Santa Ana de las MM. Dominicas; a las 10,30 en la
Iglesia del Cristo de la Vera Cruz, patrón del pueblo; entre una y otra,
participaron una media de 120 personas. Después de ambas celebraciones y antes
de las vespertinas un número significativo de personas han buscado al misionero
para dialogar y celebrar la reconciliación. El P. Miguel Castro y Sara se han
multiplicado para llevar el viento del espíritu a los 4 centros educativos, invitando
a niños y adolescentes a los encuentros
de misión. A la par, los PP. Manuel Cabello y Antonio M. Quesada, junto con el
matrimonio Diego y Rica, hemos llevado la brisa consoladora del Espíritu a los
enfermos y ancianos que no podían trasladarse para participar en los actos ni
en los encuentros tenidos con todos ellos todas las mañanas después de la
Eucaristía. A los más pequeños fueron atendidos en durante las catequesis,
facilitándonos los catequistas a los misioneros el encuentro misional durante
ambas semanas de misión. Para alentar la vida de fe de los matrimonios contamos
con la experiencia de Diego y Rica, que venciendo a los tentadores partidos de
futbol, se reunieron después de las celebraciones misioneras con un buen grupo
de parejas, que quedaron muy animadas para constituir un grupo de matrimonios.
Por último, para los jóvenes, Miguel Castro y Sara han logrado organizar con
los más implicados un encuentro festivo un viernes por la noche en un pub, al
que acudieron muchos jóvenes y que sirvió para convocarles. Tuvieron un
encuentro las noches de la segunda semana y montaron una exposición sobre la
trascendencia y las religiones para motivar la misión. Concluyó con una oración
de jóvenes el último viernes. También el soplo del Espíritu avivó y encendió la
llama del espíritu en ellos.
Pero si en algún momento se
contagia el fuego y enciende la carbonilla apagada por simple contagio, eso
sucede en las celebraciones misioneras de la segunda semana. Para ellas nos
reunimos en la iglesia parroquial, más capaz que las anteriores, y con mejores
condiciones celebrativas, que permitió que fueran concurridas, participativas y
muy vistosas. Todos quedamos maravillados de lo celebrado. Y estas llegaron a
su cenit con las dos peregrinaciones finales, al Asilo de Hermanitas de Ancianos
desamparados donde tuvimos la Unción de los enfermos y al Santuario de la
Virgen de la Fuensanta, al cuidado de los Trinitarios, donde celebramos la
ofrenda floral y consagración a la Virgen María.
Como podéis sospechar, la
eucaristía final fue la guinda donde celebramos verdaderamente el paso de
Cristo por las calles y vidas de muchas personas que en un momento u otro se
habían encontrado con Jesús y sus corazones habían sido tocados por su gracia,
y han acogido su salvación. La conclusión de la misión no podía ser otra que el
traslado de la Cruz Misionera con la inscripción de esta fecha de salvación a
su sitio y la invitación a todos de besarla, bajo la atenta mirada de la virgen
del Perpetuo Socorro.
Que ella siga avivando las brasas
de Evangelio que han calentado la vida de fe durante estos días en Villanueva
del Arzobispo.