martes, 30 de abril de 2013

Avivando el brasero de la fe en Villanueva del Arzobispo


En las estribaciones de la Sierra de las Villas de Jaén y parte del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas está enclavada la Villanueva del Arzobispo, un próspero municipio olivarero con unos 8000 habitantes. Todo el pueblo se apiña como un racimo, en torno a la iglesia parroquial, construida en lo que fue un castillo árabe y dedicada a San Andrés.
 
El día que llegamos los misioneros, pregunté si recordaban los braseros de carbonilla; y no solo se acordaban, sino que en muchos de los hogares de la población seguían calentándose con él. Después de la experiencia vivida en esta parroquia durante 17 días, puedo asegurar que no hay mejor analogía para hablar de esta misión que la de “remover el brasero” para avivar sus brasas ocultas entre la ceniza y que estas recuperen el poder calorífico, a la vez que contagian a otros carbones apagados para que ardan y ofrezcan su calor. Hemos compartido vida, trabajo e ilusiones misioneras los sacerdotes redentoristas Manuel Cabello, Miguel Castro y Antonio Manuel Quesada y los misioneros laicos Sara Abalo, una catequista de San Gerardo de Madrid y Diego Castro y Rica Pérez, un matrimonio de Sevilla pertenecientes a la comunidad de laicos redentoristas de esa ciudad; una buena comunidad misionera, que junto al párroco, Bartolomé López, hemos ofrecido lo mejor que teníamos para anunciar y acercar a los villanovenses  a Cristo, e intentar mover su corazón para que se sumen a la vida de la iglesia.
La Virgen de la Fuensanta, patrona de las Villas, desde su Santuario, atendido por los Trinitarios, vela y cuida con sus ojos misericordiosos que las brasas de Evangelio que caldean la fe del pueblo no se extinguieran; será por eso por que se mantiene la fe, sobre todo a través de las devociones populares y la vida de las cofradías. También el cuidado de los párrocos y el trabajo de las Hijas de Cristo Rey,  Hermanitas de los ancianos desamparados y del Colegio jesuítico de la Sagrada Familia y la oración callada de las Dominicas han contribuido a que las brasas de la fe sigan vivas. Y no podemos olvidar el trabajo de los cohermanos redentoristas que en 1944, desde Granada, misionaron esta parroquia y dejaron huellas tan profundas que aún quedaba el recuerdo, fotografías, anécdotas, estampas y la presencia inestimable del Perpetuo Socorro de la Virgen en un altar lateral de la iglesia, flanqueada por las imágenes de San Alfonso y San Gerardo. Y cerca del icono la gran cruz de misión que ha ido recogiendo las distintas misiones, redentoristas y jesuíticas que han anunciado la salvación en la Villa. 

La misión ha sido como un viento fresco que ha volado las cenizas que ocultaban esas brasas de fe y que las han avivado para que la fe caldee y entusiasme sus corazones. Y usando la analogía de otro misionero, cuando la fe calienta, el Espíritu es como el aceite, que crece y lo impregna todo. Algo así ha ido aconteciendo en esta misión.
Para que el viento llegase a todos los rincones funcionaron durante la primera semana de misión casi 60 asambleas, en las que participaron unas 800 personas, de todas las edades. Si en otros lugares la semana de asambleas tiene subidas y bajadas, esta ocasión supuso un incremento constante que fue abriendo todos los corazones a Cristo; incluso se produjo algún milagro consistente en la reconciliación de enemigos de más de 20 años, al ser invitada una persona a la asamblea celebrada en la casa de la persona con la que estaba enemistada. Tuvo la eclosión final en la Eucaristía del sábado, donde la gran iglesia se quedó pequeña para acoger a todos. Se hablaba entre los corrillos del segundo milagro de la misión, que no era otro que el de la iglesia abarrotada, cosa que no pasaba ni en los oficios de Semana Santa, sino solo acontece de vez en cuando en los entierros de personas muy destacadas del pueblo.

Otra bocanada de aire durante las dos semanas han sido las Eucaristías misioneras celebradas en doble horario; a las 8,30 en el Monasterio de Santa Ana de las MM. Dominicas; a las 10,30 en la Iglesia del Cristo de la Vera Cruz, patrón del pueblo; entre una y otra, participaron una media de 120 personas. Después de ambas celebraciones y antes de las vespertinas un número significativo de personas han buscado al misionero para dialogar y celebrar la reconciliación. El P. Miguel Castro y Sara se han multiplicado para llevar el viento del espíritu a los 4 centros educativos, invitando a niños y adolescentes  a los encuentros de misión. A la par, los PP. Manuel Cabello y Antonio M. Quesada, junto con el matrimonio Diego y Rica, hemos llevado la brisa consoladora del Espíritu a los enfermos y ancianos que no podían trasladarse para participar en los actos ni en los encuentros tenidos con todos ellos todas las mañanas después de la Eucaristía. A los más pequeños fueron atendidos en durante las catequesis, facilitándonos los catequistas a los misioneros el encuentro misional durante ambas semanas de misión. Para alentar la vida de fe de los matrimonios contamos con la experiencia de Diego y Rica, que venciendo a los tentadores partidos de futbol, se reunieron después de las celebraciones misioneras con un buen grupo de parejas, que quedaron muy animadas para constituir un grupo de matrimonios. Por último, para los jóvenes, Miguel Castro y Sara han logrado organizar con los más implicados un encuentro festivo un viernes por la noche en un pub, al que acudieron muchos jóvenes y que sirvió para convocarles. Tuvieron un encuentro las noches de la segunda semana y montaron una exposición sobre la trascendencia y las religiones para motivar la misión. Concluyó con una oración de jóvenes el último viernes. También el soplo del Espíritu avivó y encendió la llama del espíritu en ellos.
Pero si en algún momento se contagia el fuego y enciende la carbonilla apagada por simple contagio, eso sucede en las celebraciones misioneras de la segunda semana. Para ellas nos reunimos en la iglesia parroquial, más capaz que las anteriores, y con mejores condiciones celebrativas, que permitió que fueran concurridas, participativas y muy vistosas. Todos quedamos maravillados de lo celebrado. Y estas llegaron a su cenit con las dos peregrinaciones finales, al Asilo de Hermanitas de Ancianos desamparados donde tuvimos la Unción de los enfermos y al Santuario de la Virgen de la Fuensanta, al cuidado de los Trinitarios, donde celebramos la ofrenda floral y consagración a la Virgen María.
Como podéis sospechar, la eucaristía final fue la guinda donde celebramos verdaderamente el paso de Cristo por las calles y vidas de muchas personas que en un momento u otro se habían encontrado con Jesús y sus corazones habían sido tocados por su gracia, y han acogido su salvación. La conclusión de la misión no podía ser otra que el traslado de la Cruz Misionera con la inscripción de esta fecha de salvación a su sitio y la invitación a todos de besarla, bajo la atenta mirada de la virgen del Perpetuo Socorro.
Que ella siga avivando las brasas de Evangelio que han calentado la vida de fe durante estos días en Villanueva del Arzobispo.

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