Ayer a medio día llegaba a Sepúlveda
(Segovia) donde estuve el año pasado con el P. Juanjo de Misión. La Razón de
esta presencia es animar el comienzo del curso pastoral para que las asambleas surgidas
de la misión se pongan de nuevo en marcha. Siempre tiene su encanto volver a
encontrarse con caras y corazones conocidos. Pero además, siempre es bonito
regresar a esta villa mediaval por su belleza otoñal.
El desnivel de la villa se ofrece
como unos miradores que permiten ver el horizonte a través de calles, huevos y
puertas de la muralla… En estos días cortos, en los que el sol ya no brilla con
igual fuerza, se ve reflejado en los ocres y en los oros de las hojas de los
álamos que se elevan en medio de las curvas trazadas por el río Duratón.
A pesar de las dificultades,
ojala que la fuerza del Espíritu haga brillar también el Evangelio entre la
belleza de Sepúlveda y sus gentes, para que este sea reflejo de la belleza eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario