La segunda semana continuamos
celebrando la fe en las celebraciones misioneras, que, aunque menos nutridas
que la de las asambleas, también tuvo un número de participantes y no fue menos
la vida compartida. Paralelo se atendieron a los niños, bien en el colegio,
bien a través de la catequesis o la Eucaristía de niños; siendo este uno de los
sectores más grandes por su número, de la parroquia. Otro sector significativo
fue el de los matrimonios, por existir un grupo de matrimonios de mediana edad
integrados en la parroquia a través de las 3 cofradías que en ella funcionan
(La Cofradía del Santo Cristo, la de San Félix y la de la Purísima); con estos
se tuvieron las reuniones después de las celebraciones misionales. Para que la
acción misionera llegase a más número de personas se invitó a las madres de niños
de catequesis, en reuniones paralelas a la catequesis; y aunque el número fue
menor, se tuvo una reunión con ellas. También se tuvo reuniones durante las
mañanas con los ancianos, que culminaron con la celebración del Sacramento de
la Santa Unción, recibido por una treintena de personas. Se visitaron a los
enfermos, donde fuimos acompañados los misioneros por las personas que
habitualmente componen la pastoral de la salud. Con los adolescentes nos
reunimos en los grupos de poscomunión y confirmación, y a través de ellos
preparamos los símbolos de las Eucaristías dominicales. El trabajo con los
jóvenes nos resultó más complicado, pues no hay ninguna estructura que facilite
el trabajo. Se accedió a un pequeño grupo, hijos de los matrimonios más
implicados en la vida de la parroquia; con alguno se contactó durante la comida
en su casa; otros acudieron desde la invitación hecha en los grupos de
confirmación, y aunque fueron pocos los que respondieron a la invitación, se
sintieron motivados para crear un grupo de jóvenes con aquellos que se van a
confirmar el 14 de diciembre próximo.
Con todo esto, la celebración de
clausura resultó preciosa, con la presencia de todas esas caras de niños,
adolescentes, jóvenes, adultos, matrimonios y ancianos con los que habíamos
compartido la fe; la guinda fue el mimo del payaso, que representaron los
jóvenes, con el cual quisieron poner un toque propio a la celebración
parroquial.
No podemos pasar por alto la
acogida de nuestras hermanas, las Oblatas de Murcia; fraternalmente me
acogieron durante los días que estuve a comienzos de octubre preparando la
Misión; compartieron con los dos misioneros la celebración comunitaria del
Santísimo Redentor; han estado orando por el desarrollo de la Misión; y se han
preocupado por la vida de estos dos misioneros. Gracias de corazón.
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Castillo Santa Catalina desde la Plaza de San Juan |
Y ahora, después de la siembre,
manteniendo nuestra oración, esperamos que la semilla esparcida comience a
crecer para que de frutos.
Al marchar de Zarandona, camino de Sevilla, pasé 3 días por Jaén, para ver como va creciendo la siembra realizada en la misión de abril pasado y animar a aquella buena gente del barrio antiguo de la capital del Santo Reino a seguir animados con las asambleas. La acogida, como siempre, excepcional. La ciudad, entre la lluvia y los colores otoñales, preciosa; y, como en la misión, impresionado por la acogida dispensada por las clarisas del Monasterio de Santa Clara, donde compartí los has monjas la oración matutina. Ante esas mujeres que viven con su corazón entregado a Dios y repletas de alegría, uno queda . Una persona de esta parroquia de San Juan me decía que había recuperado la alegría cuando conoció a estas clarisas. ¡Cuanta riqueza existe escondida a los ojos humanos en el interior de los monasterios!
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Patio de la Magdalena |
Después de despedirme de la parroquia, de la comunidad de clarisas, de los demandaderos (Blas y Gloria), me encaminé a mi comunidad sevillana, donde he recuperado pilas en estos 10 días de vida fraterna.
Ahora haciendo las maletas para ir a la Mancha de Misión; en concreto a Bolaños de Calatrava. ¡Allí nos vemos!