Es sábado por la mañana comenzaba
el retiro de jóvenes en Monte Horeb. Allí estuvimos despidiendo al matrimonio
misionero formado por Pablo y Ana acogiéndolos y animándolos para vivir las dos
jornadas con intensidad. Un precioso momento de despedida y encuentro con caras
conocidas y personas cuyos nombres han quedado grabados en mi corazón de Oro
Verde, La Paz y La Mesa. Gracias Ana y
Pablo por este mes y perdonad que al final, con las prisas no os deseara un
buen viaje.
Por la tarde, en la pequeña
iglesia de Ntra. Sra. del Carmen de la Mesa tuvimos la clausura de la Misión en
aquella comunidad. Asustados por el corte de luz, el Señor nos la devolvió
justamente cuando íbamos a iniciar la celebración. En ella quedó condensado lo
que había sido las dos semanas: personas acogedoras y desbordantes en su bondad
que no escatiman esfuerzos por construir su comunidad; una comunidad
inter-étnica que vive con respeto y cuidado las tradiciones y culturas de
garífunas y de criollos.
Con un ambiente cálido de
confianza celebramos la eucaristía llena de ritmo por los tambores de los
hermanos de color, la Palabra de dios danzó en medio de la Asamblea pidiendo
ser acogida por todos los presentes, acompasada de las palmas de los presentes.
Y como respuesta a la Palabra la procesión de ofrendas, donde además del pan y
vino trajeron al altar una tarta de cumpleaños y los productos de la tierra,
todo al ritmo de la danza.

Agradecer a todas las muestras de
gratitud en la Mesa, las distintas colaboraciones, especialmente la de D.
Nicolás, Dª Ada y Dª Elsa que nos acompañaron en las visitas a enfermos y
comunidades; y una palabra de agradecimiento especial a Dª Zulema y a su
familia que me abrió su hogar y me acogió como un hijo más y los demás como un
hermano. Que Dios os lo premie.
Una palabra de agradecimiento a
Carlos Galán, Misionero Redentorista joven, por todo lo vivido durante la
semana, pues vino a cubrir la baja de Sergio. Los dos vivimos la dimensión
comunitaria de la misión.
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