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Párroco, Misioneros y coordinadoras |
Escribo ahorita desde la
Comunidad redentorista de San Pedro Sula, descansando de las etapas de misión,
disfrutando de la fraternidad y aprendiendo de su forma de trabajar. Atrás ha
quedado esta última etapa de Misión en la Parroquia de San Pedro y San Pablo de
la Lima.
Comenzamos la Misión en esa
parroquia el día 8 de julio por la tarde y ha durado hasta el pasado domingo,
22 de julio, con una marcha y una eucaristía de clausura. La parroquia estaba
dividida en 2 sectores; uno primero en torno a la colonia de la Planeta, donde
estaban como misioneros los PP. Salvador León, claretiano, y Manuel Cabello,
redentorista; el segundo sector en torno a la Colonia Nueva Jerusalén, se nos
encomendó al P. Juan Lozano, claretiano y a un servidor. Aunque se trataba de
dos sectores, con características peculiares cada uno, creo responder a la
realidad si digo que ambos tenían unas heridas sangrantes: la creciente
presencia de cristianos evangélicos y sobre todo la violencia.
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Animadores, dueños de casas y niños |
Centrándome en el sector donde me
hallaba, conformado por 7 colonias (la Nueva Jerusalén, San Cristobal, Santa
Isabel, Guaimura, 22 de mayo, San Francisco y Gracias a Dios. Tomando el nombre
del sector, y jugando con él, la Nueva Jerusalén tiene mucho de Gran Babilonia.
Lo primero que llama la atención cuando entra uno por las calles es el ambiente
de pobreza de esas colonias en el que viven la mayoría de las personas; a esto
se unen la gran cantidad de presencia de evangélicos que viven su religiosidad
de forma puramente emotiva y alienante: nada más que en la colonia de la
Jerusalén eran unas 15 iglesias evangélicas, que predican la prosperidad
económica de sus fieles a base de dar a los pastores el diezmo; por último hay
que destacar la presencia de muchachos que viven en pandillas llamadas maras y
que viven todo el día expuestos a la herida sangrante de la violencia, bien
porque la ejercen bien porque la padecen en sus carnes. No ha sido raro durante
estos días de misión la presencia de muertes violentas en alguna de las
colonias del sector.
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Marcha de clausura |
Pero al igual que en la Nueva
Jerusalén del Apocalipsis, junto a la Babilonia esclava del pecado y del mal,
coexiste el resto de los fieles al Señor. Y allí he encontrado a unas mujeres
fuertes que ejercen su maternidad siendo un hombro que sostiene, alienta, es
paño de lágrimas, para el dolor ajeno. He encontrado a hombres fieles que
luchan cada día por hacer crecer el Reino de Dios en medio de tanto desierto.
He conocido a jóvenes que sienten el dolor de sus amigos jóvenes que se
pierden; jóvenes que apoyados en la fe, sueñan en un futuro, se empeñan en
construir la iglesia como comunidad de hermanos y misionan y acogen a otros
jóvenes para que sigan a Cristo. Unos niños que son todo corazón y que han
querido ser ángeles de los misioneros acompañándolos para que no les pase nada
en sus andanzas visitando hogares o yendo de un sitio a otro.

He descubierto a
personas que les duele y sufren con Cristo viendo las situaciones de injusticia
que genera pobreza, viendo a jóvenes en las esquinas, corriendo o golpeados por
otros, o viendo las heridas y la violencia. He visto a comunidades cristianas
que quieren ser acogedoras y medicinales para esos jóvenes; comunidades que no
quieren contemplar pasivas como muchos hermanos se les van hacia las promesas
de los pastores protestantes,; comunidades que se implican anunciando el
Evangelio de Cristo. En definitiva unas comunidades pequeñas pero que se
empeñan en ser significativas en medio de la situación en la que viven.
Por todo ello doy gracias a Dios,
porque en medio de pobreza, violencia, muerte, he podido dejarme contagiar de
una fe que es fuerza, amor, esperanza, consuelo y fortaleza. Gracias a todos
por vuestra ayuda.